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Eusebio Alvarez Cascos

Publicado en Artículos
26 Febrero 2011 by

En el curso académico 1965-66, el grupo de teatro del Colegio Mayor "Santa Catalina" de Oviedo, estrenó "La tercera palabra", de Alejandro Casona. Éxito notable de público y de crítica.
Casi al principio de la obra, una de las actrices -instalada en el papel de tía del protagonista- llama a voces a Eusebio, el diligente jardinero de la mansión, y le ordena que acuda presto a recoger a una profesora que había sido contratada para ocuparse de la formación de Pablo, un "buen salvaje" veinteañero, a quien su padre había criado lejos de la civilización para alejarle de las nefastas influencias de la gran ciudad.

Muerto el progenitor, sus dos tías solteronas y mayores, se hacen cargo del montaraz mozo y deciden afrontar su inaplazable educación.
Eusebio aparecía en escena, solícito y presuroso, para recibir instrucciones de la señora. Buena caracterización, aceptable dicción y soltura gestual. El actor que daba vida a Eusebio, era un joven estudiante de Gijón. Y aunque su papel era cortito, lo bordó. Había trabajado a fondo el personaje, sin dejar ni un resquicio a la improvisación. Al final de la función cosechó muchos y muy merecidos aplausos del respetable. El "Eusebio" de Casona, se llamaba en la vida real Francisco Álvarez Cascos.
La historia es caprichosa, traviesa, y no pocas veces da cabriolas y volatines sorprendentes.
El que fuera todopoderoso Secretario General del P.P. y Vicepresidente del Gobierno con Aznar, tras unos años fuera del proscenio político, decidió un día ponerse a disposición de su partido para contribuir a la victoria popular en el Principado de Asturias.
Lejos de valorar su oferta, tanto don Ovidio, como don Gabino y resto de personal regional de alto standing, le dieron con la puerta en las narices. El memorable desplante de don Mariano Rajoy, puso la guinda al pastel. Y el señor Álvarez Cascos, con más razón que un santo, envió a sus correligionarios a hacer puñetas.
Algunos trataron de desacreditarle, con argumentos tan sólidos como censurar su afición a la caza, la pesca, la buena mesa y las señoras estupendas, sin caer en la cuenta de que siempre son más fiables los caballeros que gustan de tan saludables inclinaciones, que los estrechos meapilas. Yo levanto las orejas como las liebres, cuando me encuentro con especímenes que reniegan de los animales, del vino y de los ejercicios coxofemorales en grata compañía.
El que Álvarez Cascos haga con su vida privada lo que le venga en gana, es cosa suya y de nadie más. Y aunque los inquisidores de turno no desfallezcan jamás en el nada noble y muy despreciable oficio de achicharrar heterodoxos, su moral surrealista y trufada de códigos tridentinos, siempre tiene fecha de caducidad. En este caso, una vez más, los puristas han metido la pata hasta el corvejón, mezclando las churras con las merinas.
Los lúcidos estrategas del partido de la gaviota volandera calibraron mal. La capacidad de convocatoria de Cascos, la credibilidad que genera en amplios sectores de la derecha astur, su enorme capacidad de trabajo y su solidez como político de raza con la piel curtida, están fuera de toda duda. A las pruebas me remito: a Foro Asturias se están incorporando a diario docenas de militantes, incluidos cinco parlamentarios regionales. A ello hay que añadir que cuando Álvarez Cascos fue ministro de Obras Públicas, se volcó sin reservas con Asturias y su desarrollo integral. Y los asturianos somos gente agradecida. Puede que en las próximas elecciones pinten bastos, el nuevo partido que lidera Cascos coseche miles de votos y ponga a los populares contra las cuerdas del ring. Ya veremos, pero como prepare el asalto al poder con la misma aplicación que dedicó a su personaje de "Eusebio", a más de uno se le va a quedar cara de póker.
Podría parecer hagiográfico este modesto artículo. Nada más lejos de mi intención. Jamás he votado a estribor, ni pienso hacerlo; y no conozco de nada al señor Álvarez Cascos. Miento. Hablé con él un día en Villar (Luarca), a las puertas del instituto Severo Ochoa, donde yo me examinaba de reválida de sexto. Además creo recordar que era de la pandilla de mi prima Quiqui Moya y que se tomaba alguna copa venial en los bares del puerto valdesano. Y punto pelota.
Como el P.P. asturiano presenta de modo recurrente cierto encefalograma plano, un revulsivo de la naturaleza de Foro Asturias puede lograr que las cañas se tornen lanzas. Y que don Ovidio, don Gabino, la señora Cospedal, don Mariano Rajoy y todo el orfeón popular, tengan que negociar a calzas enjutas la presidencia del Principado con "Eusebio" Álvarez Cascos. Paciencia y barajar...¡Viva Alejandro Casona, coño!

Nicolás Fernández y Suárez del Otero

Vegadeo 1948.
Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad Complutense de Madrid, ejerció de profesor en varias universidades españolas.
Columnista, tertuliano, director de revista, pero sobre todo, visceralmente escritor y veigueño.